Este artículo está escrito para los pobres, aquellos que son más vulnerables y que
más necesitan de la política para poder desarrollar una vida digna. Está
escrito, así mismo, para los poderosos con conciencia nacional y social y, para
aquellos periodistas y divulgadores que tengan una clara conciencia para con su
pueblo. Pero especialmente está escrito para las capas más vulnerables de la
sociedad, porque ellos son quienes más lo necesitan.
Los
más vulnerables, los más económicamente débiles no pueden permitirse la
ausencia de poderes públicos, como tampoco pueden permitirse la ausencia de
lazos familiares. La familia y el Estado componen las dos redes mínimas que
hacen que un ser humano no caiga directamente en el olvido y la marginalidad. Es
por esto que mi defensa de la familia será tan radical o incluso mayor que mi
defensa del Estado social. Y es por eso que el neoliberalismo atenta de manera
tan decidida contra el Estado como contra la familia.
Sabemos
que las sociedades con una raíz cultural católica han sido capaces de
sobreponerse mejor a las crisis más duras del capitalismo que las sociedades
protestantes, aquellas que priorizan el beneficio económico y la libertad
absoluta del individuo por encima de la comunidad.
¿No
es acaso la forma más básica de comunidad la familia? ¿No es el núcleo familiar
el primer lugar de socialización de la persona? Por esto debemos defenderla.
La
crisis financiera capitalista de 2008 pasó con una virulencia extrema sobre
cada país destrozando vidas por doquier, pero no olvidemos nunca que la crisis
de los poderosos, de los especuladores, de los ladrones de guante blanco se
soportó y sufrió en las espaldas más humildes.
Y
no olvidemos nunca como los mayores, nuestros abuelos, ayudaron y soportaron
con su mísera pensión a familias enteras que se encaminaban hacia la
marginalidad social y el precipicio. Fueron nuestros abuelos, fue nuestra
familia, los lazos más íntimos y sanguíneos los que soportaron los terremotos
del sistema y no dejaron caer este país.
Si
en España no hubo más suicidios fue precisamente porque los lazos familiares
eran más estrechos que en otros lugares del mundo. No lo olvidemos nunca.
Esos
mismos abuelos que nos ayudaron en todo momento son los mismos a los que la
sociedad incita abandonar en residencias y centros de mayores de la forma más
inhumana escudándose en que son una carga. Ellos que siempre nos sostuvieron,
incluso cuando el sistema nos dejó caer, incluso con una mísera pensión que no
compensa el hecho de que este país se levantó de la más infame dictadura sobre
sus curtidas espaldas.
Pero
el sistema sigue haciendo su trabajo, si las pensiones de nuestros abuelos fueron
la última tabla de salvación de los más necesitados pronto inventaron
argumentarios destinados a rebajarlas o incluso, como dicen los más liberales a
eliminarlas y sustituirlas por pensiones estrictamente privadas.
¿Qué
abuelo podría costearse una pensión privada? ¿Qué hacemos con el resto? ¿Los dejamos
caer en la indigencia, los lanzamos en manos de la caridad?
La
caridad se ejerce de arriba a abajo, con desdén. Es la salvación moral de los
ricos que, sin tener ninguna obligación, ceden unas migajas para que el pobre
no muera de hambre y con eso asienta un poco más su estatus de privilegiado.
Nosotros no queremos limosnas porque como nos enseñaron los más dignos
jornaleros andaluces: “En mi hambre mando yo”.
No,
no queremos limosnas, queremos justicia. Nuestros mayores no merecen ser
aparcados en residencias alejados de la familia que ellos mismos crearon. No,
no y no. Nuestros mayores merecen una pensión digna, pública, garantizada
porque sin ellos nosotros no estaríamos aquí y como dijo Pitágoras “una bella
ancianidad es la recompensa de una bella vida”, y yo digo que ¡Una vida repleta
de dignidad, merece terminar con una ancianidad repleta de dignidad!
Zygmunt
Bauman en su gran obra Tiempos líquidos,
nos muestra como el mundo Occidental ha ido deshaciendo las estructuras
sociales en un presente cada vez más individualizado e inseguro (líquido).
Debemos comenzar a reconstruir esas estructuras, debemos construir comunidad
porque la unión de los débiles es lo único que los hace fuertes frente a los
poderosos y debemos comenzar por una defensa a ultranza de la familia.
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